14 de abril de 2023 | IDE | Por Marian Scheifler | Versión para imprimir
El pasado mes de marzo, la consultora Kearney hacía público su informe anual FDI Confidence Index correspondiente a 2023. El él se compendia la opinión de líderes empresariales de todo el mundo sobre las percepciones actuales y las perspectivas relativas a los flujos transfronterizos de inversión. El índice de confianza de los inversores se basa en una encuesta, realizada en este caso en enero 2023, antes de la quiebra de Silicon Valley Bank y los demás sustos bancarios del mes de marzo, y en su línea editorial se apunta hacia un cauto optimismo en lo que se refiere a la inversión internacional para el año en curso.
Tras meses de proyecciones económicas negativas, el Fondo Monetario Internacional (FMI) actualizó sus previsiones en enero, señalando un crecimiento global del 2,9% en 2023 (0,7% en la zona euro) y revirtiendo la consideración de una recesión global, al menos como escenario de partida.
Es evidente que el débil crecimiento económico esperado puede generar comportamientos más conservadores en los inversores y desembocar en estrategias de consolidación en lugar de la expansión en muchas empresas. Además, y aunque la inflación global se estima que disminuirá del 8,8% de 2022 al 6,6% en 2023, se espera que los altos niveles existentes sigan impactando en las cifras de IED durante, al menos, la primera parte de 2023, y sea más difícil atraer inversión exterior. De acuerdo con datos avanzados por Oxford Economics, los flujos globales de IED en 2022 crecieron marginalmente en 2022, desde unos niveles previos estimados de $2,07 billones hasta alcanzar los $2,13 billones.
A partir de este panorama macroeconómico, Kearney apunta en su índice tres cuestiones de interés:
En este contexto, la encuesta anual llevada a cabo por Kearney sugiere un optimismo moderado sobre la inversión transnacional, tras mejorar las perspectivas económicas sobre los meses precedentes.
Los líderes empresariales creen que la globalización es y seguirá siendo la principal razón de la IED, pero estiman que es una globalización en proceso de cambio. Aunque sus beneficios se reforzarán, anticipan una mayor regionalización en los próximos tres años y también una apuesta de los gobiernos nacionales por impulsar estrategias de aumento de autosuficiencia.
Las perspectivas de crecimiento de IED por parte de los inversores se mantienen. Casi la mitad indican que aumentarán sus posiciones inversoras y que, en sus estrategias de localización, tendrán más en cuenta las estrategias de los gobiernos relativas a sus políticas de autonomía y protección.
A pesar del incierto escenario económico, se espera que el sector tecnológico continúe alimentando la IED en 2023, fundamentalmente gracias a sectores como IA, ciberseguridad, IoT, robótica, cloud o computación cuántica. No obstante, es posible que el objetivo no sea tanto los grandes proyectos sino otros más pequeños.
Algunos analistas ponen más el acento sobre los factores positivos que pueden actuar de contrapeso a las tendencias de incertidumbre derivadas de los conflictos geoestratégicos o de las perspectivas macroeconómicas. Entre los elementos positivos cabe citar el papel de China como emisor de IED, una vez terminados los efectos de su política de cierre de fronteras. El segundo factor es la previsible continuidad de la inversión ligada al cambio climático, y específicamente a energías renovables. Otro elemento a tener en cuenta es el impacto sobre la competencia que los programas de incentivos proteccionistas de los gobiernos (IRA en Estados Unidos, Chips Act o Green Tech Act de la Unión Europea, Japón, India, etc.) tengan sobre la regionalización de la producción internacional (reshoring, etc.) de diferentes tipos de sectores.
En este escenario, las fusiones y adquisiciones como forma de IED pueden tener perspectivas positivas en 2023, gracias a empresas que buscan capitalizar la caída de sus valoraciones.
En cambio, UNCTAD no es optimista respecto a la perspectiva de la inversión extranjera en el mundo en 2023. El organismo multilateral señala la fragilidad que supone la recesión o el débil crecimiento esperado en muchas economías, hecho que condiciona las condiciones financieras, apuntala la incertidumbre si continúa el escenario de policrisis, y se deteriora la situación de la deuda en países en desarrollo, generando un conjunto de factores que afecten a la baja a los flujos de inversión internacional.
La cautela desde la perspectiva microeconómica deriva de que los inversores prevén un aumento del precio de las commodities, de las tensiones e inestabilidad política en sectores emergentes. Los inversores que son más negativos en cuanto a la dinámica inversora en los próximos tres años ven en los cambios en las dinámicas de intercambio, la tolerancia al riesgo o el entorno macroeconómico las razones de su cautela.
Desde el punto de vista de la producción internacional, y aunque las presiones sobre la cadena de suministro parecen estar remitiendo, en la medida en que las empresas continúen regionalizando éstas, pueden tener tanto consecuencias positivas para la IED -por un crecimiento de las operaciones en el exterior- como negativas, -por el cierre de otras que se acerquen más a la economía emisora-.
El conflicto bélico ha tenido igualmente repercusiones desde la perspectiva de la IED sectorial. Así, las Energías Renovables se han convertido en uno de los pocos sectores que ha experimentado un crecimiento permanente de proyectos desde 2019, y especialmente en 2021 y 2022. Por su parte, los despidos habidos en las grandes tecnológicas durante 2022 pueden generar dudas sobre el comportamiento de este mercado entre las agencias de promoción de inversiones.
La perspectiva negativa puede también derivar en que otras cuestiones relativas a la IED, por ejemplo, aquellas relacionadas con los criterios de sostenibilidad y ESG en la inversión, se ralenticen en 2023, al menos hasta que se resuelvan otras preocupaciones clave, como la inflación.
El balance final entre cautela y confianza lo conoceremos dentro de un año. La única certeza hoy es que el capital mundial disponible sigue generándose, -aunque a mayor coste por las políticas monetarias restrictivas- y en busca de colocación, en un nuevo equilibrio riesgo-coste-resiliencia, mayor calidad de las inversiones y deseos de maximización de su impacto entre los receptores.
Marian Scheifler
Socia directora, SIfdi